jueves, 9 de febrero de 2012

Se puede ser feliz y no morir en el intento?








Se puede ser feliz y no morir en el intento?

Sentado cuál grotesco buda en la popa de aquel  velero, mis piernas sumergidas en el agua formaban nubecillas de espuma blanca que quedaban flotando a la deriva con un destino incierto,  volutas de humo  salían de mi boca  como danzarines serpenteantes hacia el infinito.
Aquel atardecer tenía algo mágico, la noche cabalgaba sobre las olas en nuestra busca, el sol se escondía tímidamente en el horizonte, avergonzado de haber regalado al mundo tanta belleza, algunos peces saltaban sobre las olas hacia ninguna parte huyendo de un enemigo invisible, las gaviotas en el cielo  cuál Juan Salvador se elevaban y descendían en un juego incruento contra el viento con un único vencedor, su propia libertad, al fondo a lo lejos la entrada del puerto se vislumbraba salpicada de velas, blancas, con franjas azules, amarillas, rojas, dejando entrever gente sobre las cubiertas, caminando como autómatas, recogiendo velas y agitando los brazos formando extrañas cabriolas felices de estar vivos,   todas aquellas sensaciones se agolpaban en mi como aquel carrusel de feria que gira y gira, del que a cada giro vemos un caballito nuevo, un cochecito aquí un elefante allá,  sueños cumplidos y  todavía no alcanzados, aquella playa con su blanca arena, aquella horrorosa toalla que resaltaba todavía más tu belleza, aquellos canales de Venecia por los que nos perdíamos sintiéndonos como Montecchis y Cappellettis, aquella mano tuya sujetando el seno de Julieta con aquella sonrisa que iluminaba todo Verona,  la tarde aquella desde aquel mecano de hierros,  Paris a nuestros pies con sus luces susurrándonos al oído un te quiero , el sonido de la llamada desde los minaretes en las placidas tardes de oriente con aquel aroma a incienso que nos traía la brisa, aquellos sabores, olores  y colores que no fui capaz de plasmar en papel pero que fluyen como ríos de luz en mi interior.   Sentí de nuevo tus manos recorriendo mi espalda,  mis brazos abrazándote como si ese fuese el último abrazo en el atardecer de mi vida. De pronto el sonido proveniente de la campana que colgaba del mástil me alejo de aquel mundo de cuentos y recuerdos, vi partir,  alejándose de mí en la oscuridad, alegres amaneceres a tu lado, placidos atardeceres cogidos de la mano, intensas noches de valses y clarines. Realmente, sin ropa, desnudo y  con los pies en el agua me sentía feliz de vivir, tal vez aquel wisky en mi mano ayudara algo también.  Después de todas estas elucubraciones recostándome sobre un mullido cojín me dije a mi mismo:  La verdad es que esto y no hacer nada, es lo que más me gusta.
Más vale ser gaviota que concha de ostra, o algo así    

1 comentario:

  1. Me dejas sn palabras."..con un único vencedor, su propia libertad...". No se dónde comienza el sueño y dónde la realidad en tu relato, y esto me ha gustado porque tiene muchas lecturas. Lo que tengo claro es que sólo saber lo que nos espera, ya la piel comienza a prepararse. Tengo la sensación que te encanta la metáfora porque te aleja del sentido principal.
    Encuentro en esta entrada, palabras que me recuerdan a tatuajes imborrables sobre un corazón...lo qué no tengo claro es si es un corazón herido o dichoso.
    me ha gustado más qué mucho y creo que escribes francamente bien. Me has sorprendido. SI!.

    Un abrazo

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