lunes, 13 de febrero de 2012


El mar y tú
El verano transcurría tranquilamente, realmente por primera vez cada cosa encajaba en su sitio, paseos al amanecer  por la orilla del mar sintiendo como el agua jugueteaba con nuestros pies, baños de sol y de agua, cuerpos tendidos sobre la arena, cenas a la luz de mil velas en aquellas mesitas del puerto con sus manteles de cuadros rojos y blancos,  la luna reflejada sobre el mar con su luz plateada  reflejada  sobre un manto negro, largas noches compartiendo sueños y realidades, aquella pequeña casita como salida de un cuento entre el mar y el campo, verdaderamente todo era perfecto.
Una mañana los primeros rayos del alba,  además de los ronroneos de mis estomago,  me decían que había llegado el momento de ir a por el desayuno,  la ventana entreabierta dejaba pasar  una suave brisa proveniente de la playa, viento cálido y a la vez  ligeramente húmedo, en el techo pendiendo de un hilo una bruja de sombrero picudo y siniestra faz cabalgaba sobre su escoba en una extraña danza al son de la brisa, desgranando un muestrario de siniestras sombras sobre la pared. Sentado en  la butaca dedique unos instantes  en recorrer  tu cuerpo con la mirada,  parecía que  disfrutaba con recomponer en mi cabeza cada centímetro de tu piel, aquella blanca sabana formando olas cubriendo partes de tu cuerpo haciendo resaltar todavía más el bronce de tu piel, esa hermosa cascada azabache  sobre la almohada dejando entrever el rostro sereno y plácido del sueño. El aroma a azahar danzando con la brisa invadía la habitación invitándome a recuerdos y sensaciones  de noches pasadas, siento de nuevo como tus brazos me rodean y me aprietan contra ti, siento el cálido aliento de tu boca rozándome el oído regalándome  un te quiero,  gotas  como perlas resbalan acompasadamente por nuestros cuerpos, mis manos aprietan fuertemente las tuyas entrelazando los dedos hasta formar un solo uno, sensaciones descontroladas recorren mi cuerpo, me siento pequeño y a la vez inmenso porque al fin lo sé, se puede amar,  sentir,  gozar, pero amar sintiendo, querer gozando,  y a la vez  sentir el gozo de amar es lo que hace que uno se  sienta grande  a su lado.
El cantico que algunos agradecidos pájaros daban a la mañana me devolvió a la realidad del hoy, saliendo del dormitorio no pude por menos que lanzar una última mirada, tratando de robar una pequeña porción  más de felicidad con la que  llenar mis  ya repletos  bolsillos.       

2 comentarios:

  1. No me extraña que si este escrito es parte de tus recuerdos y vivencias...tengas los bolsillos tan llenos de felicidad.
    Una gozada leerte.

    Un abrazo

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  2. Hoy, he comprendido mucho mejor este relato. Fantástico. Soñar o intentarlo, es una forma de avanzar hacía lo que nos arranca una sonrisa.

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